Lo que asusta del tiempo es no percibir su paso, no darte cuenta de lo rápido que pasa, si es que está pasando.
Los finales determinantes y precisos duelen, pero a veces duele más la manera de terminar algunas cosas: no te das cuenta. Ni siquiera reconoces que terminó. Es lo doloroso. Sólo pasa el tiempo, las cosas se dan como se tienen que dar, las heridas sanan (a veces) y después ni siquiera con claridad, pero se vuelven a abrir. Nunca cicatriza del todo, y eso es lo que poco a poco nos va matando.
¿Cuando fue la última vez que te sentiste así?
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