lunes, 26 de agosto de 2013

Qué es lo que está mal conmigo?

Agosto, 25. 02:34 P.M

Todos duermen, todos en silencio. No hay nadie despierto en la casa, solamente yo y mi ansiedad. Me levanto de la cama, bajo las escaleras tratando de no hacer ruido. Prendo las luces, finalmente llego a la cocina. Todo oscuro, todo tan solo, tan desierto... ahora solo somos ella y yo. No quiero, no tengo que hacerlo, me da miedo estar tan vulnerable y tan débil ante mí misma y mi puta ansiedad, pero me maneja mejor que yo. La abrí,  y no pude parar.
Me sentí culpable después de haberlo hecho, pero en el momento no me dí cuenta de nada, de absolutamente nada de lo que estaba haciendo. Pensé que estaba bien, como todos me decían. Yo seguí lo que ellos me repetían siempre. Esas voces en mi cabeza no me dejaban ni un minuto en paz, me atormentaban. Seguí haciendo lo que creí correcto en su momento, y aunque no quisiera, no podía parar. Era más fuerte que yo, era inexplicable. Nunca jamás en mi vida, había sentido algo como eso.
Terminé. Volví a la cama con un remordimiento y una culpa inmensa, no sabía qué hacer. Me puse a llorar del miedo. Me miré al espejo... "esto soy yo? qué me está pasando?" me lo repetía todo el tiempo. Eran las únicas palabras que tenía en mente. Estaba desesperada, no sabia qué era lo que tenía que hacer en realidad. No quería que me ayuden, sentía que nadie me iba a entender, que todos me iban a decir las palabras que nunca quise escuchar, y que siempre me decían. Mientras más me miraba al espejo, más me deprimía. No podía creer lo que veía, esa no era yo. Me sentía totalmente insatisfecha conmigo misma, me daba repugnancia mirarme al espejo y enfrentar que, esa persona que veía, era yo misma. Bajé, otra vez, pero esta vez fui directo al baño. No quería seguir escuchando las voces de esas personas que me decían todo lo que no quería escuchar. Me tapaba los oídos. Nadie me entendía. Me senté al lado de lo que creí mi última opción... me daba miedo, muchísimo, pero sabía que aunque esté errada, en ese momento para mí, era lo correcto. Y llore, llore como nunca lo hice, y me desahogué por horas y horas. Sin que nadie supiera lo que escondía ese lugar. Solo así me pude ir a dormir con la consciencia (y el estómago) tranquila. Nadie nunca se dio cuenta de todo lo que pasó esa madrugada.

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